Vuestras Letras

Esta sección está pensada como un espacio abierto en el que pueden expresarse las personas que han pasado por mi consulta. Después de recibir el tratamiento más acorde con sus necesidades, las invito a que pongan por escrito todo lo que les haya sugerido, recordado, movido, provocado ese contacto conmigo y con su propio cuerpo.
La intención de esta práctica es que quien quiera se lance a compartir lo que ha sentido al escuchar su cuerpo. Este generoso gesto no sólo puede animar a que otros se aventuren en ese camino piel adentro, sino que quien escribe puede descubrir a través de sus propias palabras claves importantes que le encaminen a la recuperación del contacto perdido con su bienestar físico y emocional.



“Al principio, cuando me diste en la muñeca y en el esternón, me agobié un poco. En algún momento quise dejarlo, pero luego me fui relajando. Después, girada hacia el lado izquierdo, me entró rabia, ganas de gritar y soltar un puñetazo. Ya sobre el lado derecho, cuando me trabajabas en la pierna, sentí tristeza; de hecho se me fue alguna lagrimilla. Y el final, en la espalda, me encantó. Me relajó mucho y la sensación era extraña pero agradable: una mezcla entre corriente eléctrica, risa y relax”. 
(M. S. Febrero 2011)

“Pierdo mi norte para encontrar mi sur:
“Sé que todo cambio, aunque acabe siendo realmente positivo y más cuando procede del yo interno de la persona, es un proceso lento, un proceso que no puede impacientarme porque sé que es una evolución continua, un día a día con subidas y bajadas emocionales, con variedad de sentimientos, con confusión pero a su vez con ilusión; con miedo, pero con fuerza y con avances y retrocesos.
Sigo teniendo mis temores, mis inseguridades, mis mecanismos de defensa, mis altibajos… pero están un poco más difusos y empiezo a ver la luz al final del túnel, a sentir que hay una salida. ¿Por qué me cuesta a mí tanto creer que tengo habilidades y la capacidad para lograr cosas que quiero?
No quiero ni pretendo olvidar todo lo que forma parte de mi pasado y seguir sin más, pero sí intentar desprenderme de pequeñas cosas que llevo en mi mochila diaria porque pesan demasiado y no las necesito para continuar este largo viaje de aprendizaje que es la vida: el viaje hacia mi interior, hacia mi propio autodescubrimiento. Es como intentar quitarme un montón de capas como si fuera una cebolla, para poder algún día descubrir todo lo que hay dentro de mí.
En una canción, Fito y Fitipaldis dice: “porque todo empieza cerca del final” y yo lo interpreto como que la vida son etapas. Es una continua evolución, un aprendizaje diario y, cada vez que algo acaba, empieza otra etapa en nuestra vida. Porque cuando una puerta se cierra, otras se abren. Lo único complicado es que cuando nos sentimos mal, nos centramos en la puerta que se cerró y parece que no somos capaces de ver otra cosa. No nos damos cuenta de todo lo bueno que hay a nuestro alrededor, de los pequeños detalles que son los que nos hacen la vida más dulce día a día”.

(S. R. Enero de 2011)
 
“Siempre llego acelerada, acalorada y obsesionada por llegar puntual. Al ver a Laura, todo se calma y en cuanto empieza a hablar y a preguntarme, todos los sentimientos salen. Me suelen entrar ganas de llorar pero intento resistirme. Es tan natural hablar con ella de los sentimientos y de toda la pena y la culpa que llevo dentro… Me siento muy cómoda y tranquila con ella. Cuando comienza el masaje, intento relajarme. Al principio me cuesta porque me pongo a pensar en todo lo que llevo dentro. Una vez relajada, intento que mi cuerpo se pare y yo sigo consciente, muy apartada de él. Cuando siento dolor, evidentemente vuelvo un poco más a la realidad. Se me pasa volando el tiempo del masaje.
Hoy al acabar, he sentido primero frío, después desorientación, vulnerabilidad y me sentía un poco frágil. Una vez que he salido a la calle y hasta que he llegado a la estación, he estado como en una nube: tranquila, serena, con una paz interior enorme. Iba andando, observando únicamente, sin pensar absolutamente en nada. Intento leer sentada en un banco mientras espero el tren, pero no consigo concentrarme. Sólo puedo observar a mi alrededor sin pensar en nada. Miro el reloj por inercia, pero en realidad no me importa cuándo llegará el tren ni cuánto queda para que ocurra. Por un instante, me embarga la tristeza porque sé que cuando llegue no habrá nadie esperándome, pero al momento ese sentimiento se va. Vuelvo al estado anterior: estoy relajada, como en Babia. No oigo las conversaciones de mi alrededor… simplemente estoy moviéndome en un tren”.

(L. B. Noviembre 2010)

“Del masaje, lo primero que me sorprende es tu capacidad y la mía para relajarme y dejarme hacer, porque eso es algo que poco a poco voy consiguiendo pero no ha sido siempre así. Durante la primera parte del masaje he pensado mucho, pero no en círculos como muchas veces me ocurre, sino de una forma algo laberíntica y, como todos los laberintos, con su salida. Así, progresivamente he ido dándome cuenta de algunas cosas e incluso decidiendo otras.
Ha habido dos momentos cuando después de trabajar los brazos los has acariciado, y al final, cuando te has echado sobre mi costado, en los que he sentido la carencia tan grande de ternura y cariño que tengo. Cuando te echaste encima, al principio me entraron ganas de llorar. Mi respiración se desacompasó, pero después empecé a sentirme protegida: las manos en mi espalda y sentir tu respiración me hicieron calmarme y empezar a disfrutar de esa sensación de protección.
Siento que el masaje me da la oportunidad de clarificar o hacer más conscientes los sentimientos que, habitualmente, están enmarañados, liados con pensamientos, razonamientos, auto-reproches… y esto me facilita visualizar o al menos empezar a vislumbrar qué hacer para modificarlos.
Parece como si con tus manos, mediante las presiones que siento como oleadas de energías que se reubican en mi cuerpo, fueras quitando obstáculos. Cada parte dolorosa es uno de ellos y con tu ayuda, los voy apartando.
Al comparar este masaje en este momento con el anterior (el que me trajo la primera vez), me doy cuenta de que el sentimiento de base en mi mal estar es diferente. Entonces era desesperación, miedo, culpa. Necesitaba que me salvasen. Hoy ha sido tristeza, carencia. Necesito sentirme cuidada, amada con todo lo que ello implica y creo que voy descubriendo que la primera en hacerlo tengo que ser y voy a ser yo”.

(M. M. P. Octubre 2010)

“Cuando vine la primera vez, tenía nerviosismo y curiosidad y mientras me hacías esa primera sesión de Shiatsu me sentí relajada a ratos y otros con sensación de ahogo, como si me costara respirar, con un nudo en el estómago. Los días que han pasado hasta esta segunda sesión me he sentido más libre en algunos momentos y bastante tranquila, aunque también he recordado situaciones del pasado y he sentido nostalgia. En otros momentos, me sentía como en el limbo, desubicada, algo triste y sin saber muy bien cómo afrontar toda esta inseguridad y miedo que he ido convirtiendo en pequeños enemigos que están a mi lado en mi vida cotidianamente.
Y hoy, poco antes de volver  a la sesión, tengo dudas, incertidumbre y un nudo en el estómago. Tengo miedo de no saber, de no ser capaz de enfrentarme cara a cara a las cosas. Creo que lo que más me cuesta es enfrentarme a mí misma, porque ese es el principal problema: que el bloqueo viene de mi interior, de no ser capaz de quererme tal como soy, de no creer en mí misma, de tener muy baja la autoestima, que me paraliza…!!”.
(S. R. Septiembre 2010)